LE SOBRABAN PARA SER FELIZ
- Anónimo
- 22 dic 2017
- 3 Min. de lectura

Hace varios años, cuando tocaba con unos amigos en un trío, el papá de uno de ellos que tenía diabetes, tuvo complicaciones en uno de sus pies (el ya conocido pie diabético). Debido a que ya no podíamos ensayar donde habitualmente lo hacíamos, mi amigo nos ofreció poder practicar en su casa, donde se encontraba su papá. El pie de su papá ya estaba en malas condiciones, razón por la cual despedía un olor fétido muy fuerte, parecía que estábamos ensayando en un hospital. El señor se quejaba mucho por el "ruido" qué hacíamos y le gritaba constantemente a mi amigo para que le llevara agua o algo que necesitara. Prácticamente nos terminó corriendo de ahí: "¡Hacen mucho ruido!", "¡Qué ya se vayan!", se quejaba el señor, era obvio que no soportaba compartir el espacio con nosotros.
Eventualmente, tuvieron que amputarle al papá de mi amigo, no solamente el pie, sino la pierna completa. Más aún, tiempo después, tuvieron que amputarle la otra pierna por los mismos motivos. Debido a tal situación el señor comenzó a vivir en un asilo.
Luego de estos sucesos mi amigo me pidió que fuéramos a tocar al asilo donde estaba su papá para conmemorar alguna celebración. En ese momento pensé: ¿En serio quieres que vayamos a tocar allá, y a él?, si aquella vez que tan solo estuvimos ensayando un momento prácticamente nos corrió de ahí, ¡porque le dolía un pie!, ¡ahora iremos a donde esta él, que ya no tiene, no una, sino las dos piernas!
A pesar de pensar de esa forma, me dije, bueno hagámoslo, que para eso me alquilo como músico. Y entonces fuimos a aquel asilo.

Cuando finalmente llegamos, no dejaba de imaginarme los diferentes escenarios en que terminaría todo. En verdad, nunca me imaginé la forma en que nos recibieron. Ya nos estaban esperando, tenían todo listo para nuestra entrada, y ahí estaba el papá de mi amigo, en primera fila, en su silla de ruedas, y mayor fue mi sorpresa cuando el verme, exclamó mi nombre con una enorme sonrisa y extendiendo sus brazos dispuestos a darme un gran abrazo. Me apretó con mucho cariño y después comenzamos a tocar. Lo veía asombrado, él señor no dejaba de disfrutar el momento, la música, a sus compañeros del asilo y a su hijo.
Al finalizar y retirarnos del lugar, no podía quedarme callado, tenía que preguntarle a mi amigo que había pasado con su papá, qué ahora estaba totalmente cambiado en comparación con aquel que aún sin haber perdido sus piernas se la pasaba amargado.
- ¿Qué está loco tu papá?, le pregunté. Aquella vez que ensayamos en tu casa con él, se comportó de una manera muy diferente a la de ahora, ¡por un pie! En esta ocasión no tiene ambas piernas y está... feliz.
Y mi amigo me contestó calmadamente: Le estorbaban para ser feliz.

Se dice que somos nosotros los que no nos permitimos ser felices, podemos serlo desde ahora, pero no lo somos, no por aquello que nos falta sino por aquello que nos sobra.
En estas fechas que son tan trascendentes para muchos de nosotros e invitan mucho a la reflexión, podemos preguntarnos, ¿qué nos sobra en nuestras vidas para comenzar a ser felices?, tal vez sea, orgullo, soberbia, envidia, sarcasmo, pereza, ira o mi favorito, ego.
Creo que la felicidad no es una constante, porque a lo largo de nuestras vidas debemos sortear diferentes y numerosas pruebas, que por supuesto nos harán sentir enojo, tristeza, frustración y dolor. El problema viene cuando todos los días y en cada momento no nos permitimos ser felices ni por un instante, sólo porque no tenemos lo que queremos en ese momento. Si nos mantenemos trabajando por alcanzar nuestras metas, aunque sea un poco día a día, en algún momento podremos conseguir lo que tanto anhelamos, pero mientras trabajamos, debemos permitirnos ser felices, considerando que tal vez, no nos falta, sino nos sobra.
Feliz Navidad y Feliz Año Nuevo les deseamos el equipo de Dharma Bienes Raíces y agradecemos su compañía, apoyo y confianza.
Comments